por José Calero
La altísima tasa de interés con que la nueva conducción del BCRA está aspirando todos los pesos posibles del mercado para evitar que vayan al dólar, combinada con una perspectiva de que la divisa llegue a $55 hacia fines del 2019, abre numerosos interrogantes sobre la sustentabilidad del plan para salir de lo que el Gobierno sigue intentando calificar apenas de “turbulencia”.
A esta altura de los acontecimientos sería más justo decir que el país afronta una crisis económica de alto calibre, agravada por la inflación, subas de tarifas -como la que rige desde octubre en el gas- y un incierto panorama sobre la llegada de inversiones al país, ante una nueva alza de tasas en los Estados Unidos.
Economistas a los que no se podría acusar de antimacristas, como Carlos Melconian y Juan Carlos de Pablo, advirtieron que la caída de 5,6% en la industria durante agosto se trataría del inicio de una larga noche, que se extendería a lo largo del 2019.
Dante Sica, el dialoguista ministro de Producción, avisó: “Las tasas de interés tienen niveles incompatibles con la producción”, antes de recibir a sectores muy afectados por la recesión, como metalurgia, calzado, textiles y otros.
Por si faltara algo, el funcionario lanzó: “Con una distorsión de precios tan grande, la gente tiende a dejar de consumir porque no sabe si es caro o barato”.
¿Una recesión para largo?
Expertos -que han fallado muchos pronósticos en los últimos meses- dicen que la recesión va para largo y también cargaron contra las altísimas tasas de interés.
“Se está criando de a poquito el primo hermano del monstruo. Guarda, no te vayas a poner de sombrero a las Leliq”, alertó Melconian, el amigo de Macri que derramó lágrimas cuando fue expulsado sin miramientos del Banco Nación, en uno de los primeros cambios de fuste de los muchos que realizaría el Presidente después.
Los analistas consultados por NA, con buena llegada a la city porteña, sostienen que el último dato positivo del PIB detectado por el Indec en el primer trimestre del año no se repetirá al menos durante los próximos cuatro trimestres, un año entero.
Habría que remontarse al período que fue de fines de 2007 a comienzos de 2008 para encontrar un escenario parecido, pero con una salvedad alarmante: los tarifazos y despidos no poblaban la agenda noticiosa como en estos tiempos febriles.
Hay consenso entre los economistas -que vienen errando seguido en sus pronósticos desde 2018- en que si bien el Gobierno recibió un escenario muy complicado, cometió gruesos errores hasta quedar en manos del FMI, con los “Reyes del Ajuste”.
Siempre locuaz en sus definiciones, De Pablo calificó de “estrafalarias” las tasas que ofrece el Banco Central en las licitaciones de Leliq.
Y aportó un dato clave: “La duración de las tasas altas es muy importante. No es lo mismo tener una tasa estrafalaria un fin de semana que varios meses”.
En la city circulan versiones que traen malos recuerdos a los argentinos: afirman que el flamante presidente del Banco Central, Guido Sandleris, un hombre de estrecha confianza del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, maneja un cronograma de ajuste del dólar que plantea llevarlo a $55 como tope de la banda cambiaria para fines del año próximo.
Aseguran, además, que esa evolución de la divisa norteamericana fue casi una imposición del FMI, ante el terror de su jefa, Christine Lagarde, por la posibilidad de que buena parte de los USD 57.100 comprometidos por el organismo se los termine llevando el mercado o vayan a parar a cajas de seguridad o turismo.
Fue en parte lo que ocurrió durante la fugaz gestión de Luis Caputo el frente del BCRA, y lo que terminó sellando su salida.
Por eso, una de las principales imposiciones de Lagarde a Dujovne fue evitar a toda costa un retraso cambiario, bajo advertencia de que se podría caer el acuerdo.
Si los números que manejan los tiburones de la city se cumplen, el dólar tendería a ajustar a un ritmo del 3% mensual promedio entre octubre de 2018 y diciembre 2019, hasta alcanzar un alza del 45% aproximadamente cuando ya se sepa quien gobernará la Argentina hasta 2023.
Parte central de la estrategia elegida para llevar adelante este plan, que busca sobre todo evitar un nuevo default como en el 2001, son las temibles Leliq, que aspiran pesos a diario a exorbitantes tasas del 75%.
¿La senda correcta?
En la reciente reunión del B20, el presidente Mauricio Macri sostuvo ante los hombres de negocios que “el apoyo de la comunidad internacional refuerza que la senda que tomamos es la correcta”.
Pero existen dudas sobre si el jefe de Estado mensuró en su justo punto el impacto demoledor que el ajuste está teniendo sobre las capas medias y bajas de la población, buena parte de los votantes que lo llevaron al poder en 2015, que alcanzó con poco margen en un balotaje.
Las políticas erráticas que se vienen produciendo, en especial desde diciembre del año pasado, y el sucesivo recambio de funcionarios, dejan cada vez menos opciones a un presidente que refleja hasta en lo físico el desgaste soportado en estos 34 meses de mandato.
Macri sigue fastidiado, además, con el denominado “círculo rojo”, por considerar que no se comprometió como debía con el nuevo modelo económico que busca desterrar el populismo en la Argentina y corregir desviaciones estructurales de larga data.
Se los volvió a decir en la cara el viernes, cuando señaló que “las soluciones globales requieren del compromiso de la comunidad empresarial”.
Remarcó, además, la decisión de su gobierno de “enfrentar los problemas”, dijo tener las “herramientas” para hacerlo, y sostuvo que el país tiene problemas estructurales arrastrados desde hace 15 años.
La duda que emerge en círculos empresariales y financieros es si el apoyo de la comunidad internacional, cuyo punto más alto se producirá en la cumbre del G20 entre el 30 de noviembre y el primero de diciembre próximo, alcanzará para paliar las tensiones de lo que a esta altura ya es el ajuste más grande soportado por los argentinos desde el 2001.
(*): Especial para NA.